Me han diagnosticado mi correcta enfermedad, al parecer es irreversible, de seguro lo es por mis condiciones - algún demonio debía gestarse del seno de un ortodoxo y una fanática religiosa. Me lo ha confirmado, yo lo he descubierto y apoyado. Lo supe mientras sorbíamos tragos de cerveza en un cafetín iluminado, lugar poco convencional si a la hora de un café se trata, cosas se empuje lujurioso ya adoptado. Supongo que mi mirada extraviada en el baldosín lacado del lugar- una de esas miradas taciturnas , donde abrir los ojos anuncia la parálisis del parpadeo- ha sido el gesto que le anunció mi enfermedad:
- mírate! , me dijo, - tomas tragos presurosamente como si no quedara suficiente vida y tuvieras sudoroso afán
-Si? parece?, tal vez sea debido a la falta de encontrar las palabras exactas., le respondí luego de soltar una bocanada de humo.Sabía que mi olor a cigarrillo le excitaba, olor que promovió la lástima en mi, quería curar mis aflicciones.
-Lo que tu tienes es la enfermedad del poeta: cáncer que carcome , te atañe la idea de la incertidumbre más aún el regocijo se posa en tu sueño. Eres tan humana que terminas por cumplir tu movimiento de paradoja y sentir asco por los que te rosan, e incluso por los que son vulnerables, y luego eres tan deshumanizada que te asustas cuando sientes, cuando palpas, cuando besas. Tus palabras son ignoradas, burdas, bastas,, incipientes, y el intento se cruza entre la hoja y bolígrafo.
Después de recibir la bofetada, la bofetada que suele darme cada vez que nota la misma mirada, y que él describiera mi semblante - pálido, lelo y con maquillaje barato- somos dominantes antes nuestro demonio, demonio dividido en 24 con sus 1440 ayudantes, lo frenamos y nos levantamos.