Le Cuento

-No lo puede comprar, entiéndalo

-No importa el costo, le ofrezco la suma que me pida usted

-La razón es simple señora: El cofre pertenece al patrimonio cultural, así que.. olvide esa estúpida idea

Internamente ella discurría:

-¿Y renunciar a poseer el cofre?

Qué coños pudiese contener el cofre- papeles de colores, razonamientos intrínsecos, si?, tal sería el contenido relevante. La solución que le daba era hurtarlo del lugar donde durante mucho tiempo había permanecido.

Aquella mañana , luego de rogarle al hombre de que le vendiera el cofre, se levantó para proyectar su plan; hojas y papel, debía se estricta - siempre lo era, la neurosis la consumía- para planear un robo siempre hay planos del lugar, supervisiones previas - lo que llaman tantiar terreno- y esas cosas que ya todo hemos visto en películas Hollywodenses. Se quedó por 21 horas y 59 minutos contemplando cada detalle de su actuación maestra.

Y así fué, lo llevó a cabo, cada movimiento planeado. Cuando por fin logra palpar el cofre un lapsus la hace frenar todo movimiento, se ha quedado inmovil.

-Las bellas ideas de irrealidad

-Consumismo animal de placeres

-Vacíos complacientes del adormecimiento

-Efímeros estados satisfactorios

Rondaba su mente, una voz en off en la película de la realidad, se desplomó y un año después no ha despertado (tal vez lo haya hecho allá en el panteón, en su ataúd acolchonado).

El final es simple, hoy por fin lo comprendí, se necesita de una sola herramienta para poder desdoblar el cuerpo y la mente, el cofrecito- las personas, estribos-. No necesité pasar por un lapsus como lo hizo Martina, aunque no sentía mi existencia yo si olía sus pasos. Los cofres están a nuestro alcance, imponemos barreras para conseguirlos.Muchas veces la locura no está cuando nos hallamos solos, sino acompañados, con herramientas al rededor.